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Nunca pensé que iba a vivir un partido tan emocionante como la final de Roland Garros 2004. Cada punto estaba cargado de tensión y emoción, y cuando Gaudio empezó a remontar me sentí atrapado en la tele, gritando con cada juego ganado. Esa final me enseñó que la concentración y la resiliencia son claves y que cualquier jugador puede dar una sorpresa. Desde entonces sigo los torneos con mucha más pasión y atención a los detalles.